miércoles, 23 de octubre de 2013

LA FAMILIA



Por: María Luisa Garibay

Importante es meditar acerca de la Familia, se dice que es el núcleo de la sociedad, entonces es muy importante adentrarnos en este tema.

Pero ¿dónde encontrar el modelo de familia? ¿Cómo podemos saber si nuestra familia es una familia sana, generosa, productiva, beneficiosa para la sociedad?
La realidad es que quizá nunca nos hemos preguntado esto, o si realmente tengo yo la vocación a ser padre o madre de unos hijos que llegarán al matrimonio, pues para esto ha sido siempre el matrimonio, para la conservación de la especie humana.

Desde el principio así fue instituido: “Y dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”.  (Génesis 2,24) y Jesús el Señor nos lo recuerda en Mateo 19,5-6.   

Un solo hombre para una sola mujer, ya que entre los que se aman no puede haber terceros, cuando contraemos matrimonio hacemos votos de fidelidad al otro, es algo libre espontáneo hasta la muerte de uno de los cónyuges.  (Yo ……prometo serte fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte todos los días de mi vida)

En estos cónyuges que se comprometieron libremente, “has venido aquí por tu libre voluntad, sin que nada ni nadie te presione” es una de las preguntas que nos hace el sacerdote en el rito del Matrimonio, entonces este compromiso es libre, nadie te puede obligar a casarte pero una vez que tú decides hacerlo, tú haces un compromiso ante Dios de serle fiel a través de la persona con que te estás casando.

Esta es la base de la familia, la unión libre, responsable, indivisible, abierto a la vida, para toda la vida terrena  con la persona que tú libremente has elegido para formar la familia.

A esta unión conyugal,  Dios le confiará a unos seres inocentes, pequeños, necesitados de atención, amor, educación, formación, alimentación, asistencia las 24 horas del día no solo de parte de la madre, sino también del padre.

Educación que no debe ser domesticación, sino formación en todos los sentidos, humana,  intelectual, volitiva, espiritual, psicológica, social, etc. etc. etc. enseñándoles a vivir  los valores fundamentales del ser humano, enseñándoles a razonar y hacer decisiones propias que le afectarán toda su vida.

Pero para padres nadie estudia, nadie se prepara, vienen los hijos y luego no sabemos qué hacer con ellos y por ellos, así es que es muy importante formarnos nosotros, analizarnos, trabajar en ser mejores seres humanos, cultivar  nuestras cualidades personales y de esposos, complementándonos mutuamente porque lo que uno tiene al otro le falta y viceversa.

Salir de nuestros egoísmos, de esa lucha de poder dentro del hogar, el buscar la felicidad del que es tú cónyuge, dando la vida como Cristo el Señor dio su vida por ti y por mí, negándonos a nosotros mismos, buscando el bienestar, la integración, la cohesión del matrimonio,  el cultivar ese incipiente amor que tenemos cuando nos casamos, para que crezca como un árbol frondoso que arrope a nuestros hijos. Pues para eso hemos sido creados para amar y ser amados.
Y para alcanzar la santidad y la salvación nuestra y de nuestros hijos, vale la pena todo el esfuerzo que hagamos para vivir esta hermosa realidad y al final de la vida presentarnos ante el Señor con el corazón henchido de haber hecho todo y solo lo que Dios nos ha mandado y así recibir la herencia prometida, “el Reino de los Cielos”.


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