Por: María Luisa Garibay
Importante
es meditar acerca de la Familia, se dice que es el núcleo de la sociedad,
entonces es muy importante adentrarnos en este tema.
Pero ¿dónde
encontrar el modelo de familia? ¿Cómo podemos saber si nuestra familia es una
familia sana, generosa, productiva, beneficiosa para la sociedad?
La
realidad es que quizá nunca nos hemos preguntado esto, o si realmente tengo yo
la vocación a ser padre o madre de unos hijos que llegarán al matrimonio, pues
para esto ha sido siempre el matrimonio, para la conservación de la especie
humana.
Desde el
principio así fue instituido: “Y dejará el hombre a su padre y a su madre, se
unirá a su mujer y serán una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una
sola carne, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre”. (Génesis 2,24) y Jesús el Señor nos lo
recuerda en Mateo 19,5-6.
Un solo
hombre para una sola mujer, ya que entre los que se aman no puede haber
terceros, cuando contraemos matrimonio hacemos votos de fidelidad al otro, es
algo libre espontáneo hasta la muerte de uno de los cónyuges. (Yo ……prometo serte fiel en lo próspero y en
lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarte y respetarte todos los días
de mi vida)
En estos
cónyuges que se comprometieron libremente, “has venido aquí por tu libre
voluntad, sin que nada ni nadie te presione” es una de las preguntas que nos
hace el sacerdote en el rito del Matrimonio, entonces este compromiso es libre,
nadie te puede obligar a casarte pero una vez que tú decides hacerlo, tú haces
un compromiso ante Dios de serle fiel a través de la persona con que te estás
casando.
Esta es
la base de la familia, la unión libre, responsable, indivisible, abierto a la
vida, para toda la vida terrena con la
persona que tú libremente has elegido para formar la familia.
A esta
unión conyugal, Dios le confiará a unos
seres inocentes, pequeños, necesitados de atención, amor, educación, formación,
alimentación, asistencia las 24 horas del día no solo de parte de la madre,
sino también del padre.
Educación
que no debe ser domesticación, sino formación en todos los sentidos,
humana, intelectual, volitiva,
espiritual, psicológica, social, etc. etc. etc. enseñándoles a vivir los valores fundamentales del ser humano,
enseñándoles a razonar y hacer decisiones propias que le afectarán toda su
vida.
Pero para
padres nadie estudia, nadie se prepara, vienen los hijos y luego no sabemos qué
hacer con ellos y por ellos, así es que es muy importante formarnos nosotros,
analizarnos, trabajar en ser mejores seres humanos, cultivar nuestras cualidades personales y de esposos,
complementándonos mutuamente porque lo que uno tiene al otro le falta y
viceversa.
Salir de
nuestros egoísmos, de esa lucha de poder dentro del hogar, el buscar la
felicidad del que es tú cónyuge, dando la vida como Cristo el Señor dio su vida
por ti y por mí, negándonos a nosotros mismos, buscando el bienestar, la
integración, la cohesión del matrimonio, el cultivar ese incipiente amor que tenemos
cuando nos casamos, para que crezca como un árbol frondoso que arrope a
nuestros hijos. Pues para eso hemos sido creados para amar y ser amados.
Y para
alcanzar la santidad y la salvación nuestra y de nuestros hijos, vale la pena
todo el esfuerzo que hagamos para vivir esta hermosa realidad y al final de la
vida presentarnos ante el Señor con el corazón henchido de haber hecho todo y
solo lo que Dios nos ha mandado y así recibir la herencia prometida, “el Reino de los Cielos”.
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